El acto de beatificación de 522 curas muertos de manera
violenta durante la Guerra Civil Española del otro día en Tarragona fue, en
realidad, un gran acto político que incluyó una homilía que hacía apología del
fascismo de modo explícito. En dicho acto se aprovechó la desgracia de esos
hombres y mujeres para justificar el golpe fascista culpabilizando al gobierno
de España. Los prohombres de la iglesia saben perfectamente que los asesinatos
de curas y monjas se produjeron durante un espacio temporal muy concreto: los
seis meses que siguieron al golpe de estado. En esos seis meses, y por culpa
del golpe, el estado se derrumbó, desaparecieron las leyes, la policía y los
jueces y se vivió, repito por culpa de los golpistas y sus apoyos, en un estado
de total anarquía, lo más parecido al salvaje oeste. En ese sitio sin ley
aparecieron hordas de delincuentes de todo tipo que hicieron todas las
barbaridades del mundo. Lo que se calla la iglesia es que cuando el Gobierno de
Madrid pudo restablecer la ley, en plena guerra, no sólo impidió que se
siguieran produciendo ese tipo de altercados sino que persiguió, juzgó y
condenó a los que los habían cometido. Nada parecido pasó en el bando rebelde.
La medida más humanitaria que hizo el bando de la cruzada fue impedir que los
soldados marroquíes abandonaran su costumbre de exhibir en su cuello los
testículos de sus víctimas, y eso tras varios meses de matanza. Lo que no dice
la iglesia, aunque lo sabe de sobra, es que personas como Pasionaria, durante
ese caos, salvaron la vida de decenas de monjas y lo que no dice la iglesia es
que el bando rebelde no tuvo ningún tipo de reparo en torturar y asesinar a
curas de Euskadi, por el simple hecho de que se opusieron a su barbarie. Si
queremos mártires es mucho más fácil búscalos entre los miles de campesinos
cristianos que fueron torturados y asesinados en Huelva, Sevilla, Cádiz,
Badajoz, ... Si queremos mártires podemos beatificar al alcalde de Zafra, que
salvó la vida a los religiosos y religiosas del pueblo y que como premio
recibió una tortura de tres días seguida de su asesinato. Fue la parte fascista
de la iglesia, la que el otro día continuó el genocidio. La que continuó con la
actitud del también cura de Zafra durante esa época, que en una mano llevaba un
crucifijo y en la otra un fusil para vanagloriarse de que había
"limpiado" el mundo de más de 300 rojos. La iglesia patrocinó esa
barbarie y es ella la responsable última de los asesinatos, incluso de los
religiosos, los cuales no se habrían producido si no se hubiera dado el golpe
de estado. Lo que tendría que hacer la iglesia es pedir perdón por esa
vergonzante actuación que lo único que perseguía era mantener sus privilegios
medievales. La iglesia perdió en ese acto una oportunidad magnífica. El papa
demostró que no es Juan XXIII y que las expectativas que había generado no eran
reales. Para que no se repita lo que pasó en los años 30, los responsables
tendrán que asumir sus responsabilidades alguna vez, aunque sólo sea moral. Los
hijos de esos genocidas hoy son millonarios y llevan vidas de ensueño, manchada
con la sangres de miles de campesinos,...
Vivo en Andalucía, España, sitios en los que no se hace mucho, a pesar de lo que digan los datos, y se vive por encima de nuestras posibilidades. Además soy profesor, de los que aún hacemos menos y somos responsables del colapso de las cuentas públicas. Para llenar tanto tiempo libre, de vez en cuando y con tranquilidad, escribo aquí mis opiniones sobre temas de actualidad
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