martes, 11 de septiembre de 2012

El objetivo del gobierno


Durante la legislatura anterior y sobre todo a partir de mayo de 2010, cuando empezó la fiesta, el Partido Popular en la oposición no dejó de repetir una y mil veces que la política económica del gobierno de Zapatero propiciaba el enorme paro que estábamos sufriendo. Desde el principio, insistieron en que tenían la receta para terminar con un paro que alcanzó los 5 millones al final de la legislatura, repitiéndonos por activa y por pasiva un discurso con un marcado acento social. Y a pesar de que nunca concretaron en qué consistiría, prometieron una política económica con una orientación exclusiva a este fin, remarcando los efectos en términos de desempleo que tenía cualquier medida adoptada por el anterior ejecutivo.

Cuando el PP llegó al poder la situación cambió totalmente. Desde ese mismo momento, el desempleo dejó su protagonismo y desapareció de los discursos. Reducir el desempleo pasó a ser un objetivo que únicamente se podía lograr cuando se hicieran otras mil cosas mucho más urgentes. El propio gobierno indicó en sus previsiones que al final de la legislatura habría más paro que al principio. La prioridad absoluta pasó a ser la reducción del déficit público, objetivo al que subordinó (y supuestamente sigue subordinando) el resto de planteamientos y cuya consecución justificaría romper todas las promesas hechas en la campaña electoral de mantener el estado del bienestar y particularmente la educación y la sanidad públicas. Con la excusa de controlar las cuentas públicas y situar el déficit en el ansiado 3%, se han cruzado absolutamente todas las líneas rojas que la sociedad española había trazado en los últimos 30 años.

Sin embargo, desde el principio se intuía que el objetivo de déficit público era inalcanzable. Además, casi de modo inmediato, el milagroso 3% ya no era tan urgente y se podía retrasar un año más su consecución. De hecho, las previsiones de todas las instituciones indican que el objetivo para este año se va a incumplir e incluso que su cuantía no va a estar muy lejos de la del año precedente, último gestionado por el irresponsable ZP. El propio gobierno, entonces en la oposición, no dejó de poner de relieve que era imposible reducir el déficit con medidas que iban a hundir la actividad económica, con el consiguiente desplome de los ingresos públicos y la explosión de prestaciones por desempleo.

Por tanto, si el gobierno no pretende reducir el desempleo ni tampoco controlar las cuentas públicas, tiene interés preguntarnos qué trata de conseguir con sus políticas. Las mismas declaraciones del entorno popular nos pueden ayudar a responder esta cuestión. Una primera pista nos la dio el famoso grito en el Congreso de Andrea Fabra. No obstante, ha sido el ideólogo de los populares, José María Aznar, quién ha expresado de un modo muy claro las pretensiones de su partido. En concreto, Aznar ha afirmado que el estado del bienestar es insostenible, explicitando el deseo y verdadero propósito de la actuación popular: la privatización completa de los servicios que hasta ahora venía prestando el sector público, para que los pueda gestionar el sector privado, obteniendo el consiguiente margen de beneficio. A partir de este planteamiento, cobran sentido actuaciones adoptadas y que aparentemente se separaban completamente de los objetivos explicitados, así como la prisa enorme para acometerlas. En concreto, permite comprender que se hiciera una reforma laboral que posibilita despidos a coste casi nulo en la actual coyuntura y que ha incrementado aún más el ritmo en al que se producen los despidos. O la reducción de miles de empleos públicos, con la consiguiente transferencia de la mayor parte del gasto público desde las nóminas a las prestaciones por desempleo. De hecho, el mantenimiento de tasas de paro en niveles extraordinarios es fundamental para generar el grado de parálisis en los aterrorizados ciudadanos, que permita conseguir el tiempo necesario para llegar lo más lejos posible, en unas medidas que no se aceptarían de otro modo. Y también explica, por qué el gobierno se pone tan nervioso ante cualquier protesta, que puede ser la potencial cerilla que encienda el polvorín social en el que han convirtiendo el país.